22 de Mayo de 2025
Parte 3 – Desafíos tecnológico-existenciales
Por la tarde, el Archipelago Summit se adentró en un terreno aún más complejo: los cruces entre energía, espacio público y tecnologías emergentes.
La sesión comenzó con Scott Longfellow, curador de The Solar Biennale, quien defendió la urgencia de diversificar la estética de las infraestructuras renovables. Frente al rechazo que generan los paneles solares y aerogeneradores estandarizados, propuso una visión solar punk, en la que tecnología y vida cotidiana se integran desde el diseño. “La transición energética necesita también una transición cultural”, dijo, mostrando prototipos, materiales fotovoltaicos integrados en arquitectura y ejemplos de simbiosis entre edificios, algas y cianobacterias.
Le siguió Prodromos Tsiavos, de la Onassis Foundation, quien presentó Plasmata, una exposición que reimagina el arte digital en espacios públicos. Desarrollado a lo largo de dos años junto a comunidades locales, el proyecto se instala cada verano en parques urbanos de Grecia. Más que una muestra, es una forma de “placemaking”, donde la tecnología desaparece como objeto y se convierte en un medio para producir encuentros, reconfigurar el espacio y dejar huella.
Estos dos proyectos marcaron el tono para una de las discusiones más densas del día: la sesión sobre infraestructuras públicas de inteligencia artificial, moderada por Francesca Bria. En lugar de debatir sobre futuros hipotéticos, el bloque abordó el presente muy real de la IA en Europa: desde los centros de supercomputación pública hasta la tensión entre regulación, soberanía tecnológica y producción cultural. En esta sesión intervinieron:
- Alexandra Geese, eurodiputada por los Verdes, criticó el modelo dominante de “capitalismo de vigilancia” y defendió la creación de una alternativa europea basada en derechos fundamentales, modelos económicos sostenibles y tecnologías abiertas.
- El Barcelona Supercomputing Center presentó sus líneas de colaboración con artistas y centros culturales, tanto en procesos creativos como en el trabajo con archivos y patrimonio. “El arte funciona como laboratorio de innovación”, dijeron, destacando proyectos con María Arnal y los resultados científicos surgidos de estas residencias (breve vídeo).
- Desde Alemania, representantes del High Performance Computing Center Stuttgart y el Media Solution Center propusieron un modelo de investigación y co-creación entre ciencia, arte y sociedad. Subrayaron el rol del arte como puerta de entrada al conocimiento y abogaron por reforzar la colaboración europea, destacando que la primera cooperación entre dos centros de supercomputación en Europa nació gracias a un programa de artes.
- Finalmente, Bettina Kames, directora de LAS Art Foundation, presentó su programa Sensing Quantum y la reciente exposición sobre computación cuántica en Kraftwerk Berlin, visitada por 50.000 personas. “El arte puede ser una puerta de entrada a temas complejos como la física cuántica”, dijo. La muestra incluyó un modelo de IA cuántica desarrollado junto a Google y el artista Laure Prouvost.
Esta sesión amplió la definición de infraestructura y reveló los desafíos y posibilidades de una IA europea abierta, pública y conectada con la cultura. Un campo en disputa, donde las alianzas entre artistas, tecnólogos y políticas públicas aún están en construcción.
A continuación uno de los momentos más asombrosos del día a cargo de Holly Herndon y Mathew Dryhurst, artistas que llevan una década trabajando en la intersección entre inteligencia artificial, música y gobernanza digital. Su práctica, que definen como protocol art, se centra en intervenir los sistemas desde las reglas que los estructuran, no solo desde sus outputs. Presentaron un recorrido por sus proyectos más influyentes, desde el entrenamiento colectivo de modelos vocales en festivales como Sónar, hasta Holly+, una IA entrenada exclusivamente con la voz de Herndon (escucha una demostración en esta charla TED).
Más allá de la creación musical, han trabajado para recuperar autonomía dentro de los modelos públicos de IA. Mediante experimentos como XhairyMutantX, comenzó por preguntarse si podrían elegir cómo somos representados por la IA. Exploran formas de introducir perspectivas personales en sistemas algorítmicos que, por lo general, operan de manera impersonal y extractiva. En paralelo, fundaron Spawning, una organización que promueve marcos alternativos de propiedad intelectual: desde el sitio Have I Been Trained para saber si tus obras están en datasets masivos, hasta acciones disruptivas como Kudurru, un sistema para bloquear los extractores de información que usan las IA para entrenarse. Esta red interrumpió el entrenamiento de modelos de imágenes en todo el mundo.
En su proyecto más reciente, entrenaron un modelo coral junto a 15 coros del Reino Unido, gestionado por un data trust que asegura el control compartido de los outputs generados. Con ello, proponen una visión radical de la IA como infraestructura pública, donde modelos fundacionales pueden desarrollarse de forma ética y abierta. Su próximo paso: Public Diffusion, un modelo de imagen entrenado con 12 millones de imágenes del dominio público, como alternativa a las plataformas dominadas por grandes empresas.
Una IA que no sabrá quién es Mickey Mouse, pero sí muchas montañas.
La penúltima sesión del día estuvo dedicada a presentar Eurostack, una propuesta ambiciosa para construir soberanía digital europea desde la infraestructura. Impulsada por el Parlamento Europeo, respaldada por más de 200 empresas y gobiernos como el alemán y el francés, la iniciativa propone una arquitectura tecnológica que vaya desde los minerales críticos hasta los modelos de IA, pasando por chips, conectividad, nubes soberanas, software abierto e identidad digital. Francesca Bria y Dirma Janse visualizan este stack como una alternativa regenerativa frente al modelo extractivo dominante: un sistema interconectado y democrático que refuerce servicios públicos, garantice derechos digitales y coloque la tecnología al servicio de las personas. Más que un plan técnico, Eurostack se plantea como un proyecto político, cultural y ecológico.
El último tramo del Archipelago Summit estuvo marcado por un debate tan apasionado como caótico. La sesión, concebida como un espacio para imaginar futuros posibles en torno a la inteligencia artificial, terminó polarizándose en una confrontación entre visiones irreconciliables: por un lado, la defensa de una infraestructura europea soberana y pública frente al dominio de las grandes plataformas; por otro, la crítica al alarmismo académico que, según algunos, impide avanzar hacia soluciones concretas. Benjamin Bratton abrió con una provocación:
…no hagamos con la IA lo que Alemania hizo con la energía nuclear.
A partir de ahí, se sucedieron intervenciones potentes, como las de Evgeny Morozov, Kate Crawford y Marina Otero. que señalaron los impactos ecológicos, sociales y geopolíticos de los modelos actuales y la urgencia de explorar alternativas. Sin embargo, el tono se tensó hasta el punto de desdibujar los matices. El potencial transformador de la IA, la necesidad de regularla y el modelo institucional que debería sostenerla son ciertamente, como remarcó José Luis en el cierre, parte de una de las conversaciones más importantes que podemos tener a día de hoy.
Conclusión
El Archipelago Summit me dejó un renovado sentimiento de responsabilidad ante la oportunidad que este momento complejo representa. Me llama a repensar desde lo común la forma en que nos desarrollamos y habitamos este planeta.