16 de Mayo de 2025
Parte 1 – Archipelago: el alma de Europa en el corazón de la Bienal
Arte, tecnología y sostenibilidad en el Archipelago of Possible Futures 2025. Munkun en el evento de la Nueva Bauhaus Europea.
Hay momentos y lugares donde parece que el futuro se condensa. Donde se ensayan ideas, se moldean conceptos y también se demuestran experiencias y resultados, otras formas de hacer y vivir. Estar en Venecia durante la apertura de la Biennale de Architettura es, sin dudas, uno de esos momentos. Y este año, con la cumbre Archipelago of Possible Futures, esa sensación fue muy palpable.
Lo que se escucha cuando no hay micrófonos
El evento se sintió como una verdadera maratón de intervenciones, como lo denominaron también en varios momentos durante las presentaciones. Fue una jornada intensa, repleta de voces, perspectivas y formatos, que dejó poco espacio para la conversación informal o los intercambios pausados. Aun así, en medio de esa densidad, emergían gestos, miradas, fragmentos de diálogo que daban forma a otra conversación. Una que no siempre ocurre en el escenario, pero que también construye sentido.
El espacio es hermoso, Ocean Space, la iglesia desacralizada que TBA21 reconvirtió en centro de arte oceánico. Fui con un equipo mínimo: una cámara pequeña, un trípode de viaje, y el deseo de captar algo de lo que estaba pasando. No se trataba sólo de grabar, sino de entender. De escuchar, pero también de observar cómo personas intentaban nombrar los desafíos que tenemos delante. Algunos desde sus respectivas disciplinas (el arte, la ciencia, la política, la tecnología, la filosofía, la arquitectura, y más) otros desde las regiones difusas o mestizas y los puntos comunes.
Una cumbre con espíritu NEB
Archipelago fue muchas cosas al mismo tiempo: evento satélite de la Biennale, experimento curatorial, laboratorio de ideas y, sobre todo, un acto de traducción cultural. Bajo la curaduría de Francesca Bria y José Luis de Vicente, la cumbre se propuso reunir a la comunidad cultural, científica y tecnológica de Europa para abrir un diálogo sustancial con responsables políticos. El objetivo: contribuir a dar forma a las políticas europeas del futuro —climáticas, industriales, medioambientales y de innovación— desde una mirada que conecte infraestructuras, imaginación y justicia. Desde la soberanía digital hasta la regeneración ecológica, desde el diseño urbano hasta la inteligencia artificial pública, funcionó como un espacio donde esas conexiones comenzaron a articularse.
Archipelago nació dentro de la New European Bauhaus (NEB). Como recordó Francesca Bria al inicio del evento, esta cumbre surgió durante el primer mandato de la NEB como una plataforma para situar la cultura y el arte en el centro de la conversación sobre el futuro del Green Deal. La NEB, concebida como el alma cultural del Pacto Verde Europeo, propone que la transformación ecológica sea también estética, participativa y justa. Archipelago encarnó ese espíritu desde la práctica: reunir voces culturales, científicas y tecnológicas para imaginar nuevas infraestructuras —digitales, ecológicas, culturales— capaces de sostener una transición europea más justa, democrática e inspiradora. Un espacio no solo para mostrar, sino para preguntarse qué futuro estamos diseñando, y desde qué lenguajes lo queremos construir.
La Biennale como telón de fondo (y espejo)
La cumbre coincidió con la Biennale Architettura. No fue casualidad. El propio comisario de la Bienal, Carlo Ratti, fue el primero en intervenir, proponiendo una lectura ampliada de la “inteligencia” que articula esta edición del evento: natural, artificial, colectiva. Venecia, ciudad anfibia, saturada de historia y expuesta al colapso climático, sirvió de símbolo (y advertencia) para pensar nuestras relaciones con el territorio, el agua y la memoria.
Y la ubicación, Ocean Space, el espacio liderado por Markus Reymann y TBA21, es una especie de laboratorio artístico para la protección de los océanos. Daba la bienvenida con una instalación de la exposición “otras montañas, las que andan sueltas bajo el agua” en particular con la obra “A shipwreck is not a wreck” (que español pierde toda su gracia pero significa algo como Un naufragio no es un desastre). Y parecía explicarnos, si no estábamos convencidos ya, que la belleza debe ser parte de las soluciones que construirán alguno de nuestros posibles futuros.
Archipelago como campo de prueba
En el centro del encuentro estaba una pregunta que atraviesa también nuestro trabajo en Munkun: ¿cómo usamos las herramientas digitales, narrativas y tecnológicas para imaginar (y construir) un futuro más habitable? Por eso fuimos a Venecia. A conectar con las iniciativas más inspiradoras y las personas que se formulan las preguntas que también nos hacemos.
Y eso, al menos para mí, fue lo más valioso de esta maratón: esa otra conversación, la que no necesita micrófonos ni formatos. La que aparece en los márgenes, entre gestos pequeños y silencios compartidos. La que no siempre se graba, pero que sigue sonando cuando regresas.